Señores, tras ya más de una semana en tierras italianas os hago partícipes de mis andaduras. Procedo como todos ya sabeis de Barcelona, ciudad de mis amores. Pero ante todo de mi casa, muchas veces desvalorada y tradada con ingratitud. Pues bien, ahora lo se, amo mi casa. Esa que tiene más de una habitacion, esa en la que puedes regularte la temperatura de del agua, esa en la que no cuelgan telarañas del techo y en la que no se encuentran 
ventanales imposibles de abrir por la mierda acumulada de años. Bien, justo lo que no tengo aqui en la cueva donde vivo (las fotos son despues de una minuciosa limpieza de dos días). Pero superado ese primer bache encaramos la aventura con coraje, que bien lo he necesitado en la empresa (y que lo necesitaré) para empezar ha hacerme un hueco en ese extraño lugar llamado Tilab donde la gente vive recluida en despachos, 
empeñados en hablar un idioma raro (o dos) y con la rara costumbre de comer a las 12:30h. Mañana tengo e reto de ir ha hablar en un inglés macarrónico o en un italiano imposible con mi responsable para decirle que ya estoy harto de tanto leer y me diga que quiere mí y cuando lo quiere... (continuará)
