Sin saber dónde está el puerto...

No, no señores… no he muerto. Aún no podéis gritar eso de “Habemus Papam!”. Y ya que sigo vivo os contaré lo que se suele hacer en este estado vital en un país extraño. Los días pasan, los viajes siguen, las horas perdidas en el trabajo se acumulan, la compañera catalana se ha ido, y lo que es peor, los colegas polacos también. Digamos que mi incipiente inglés ha muerto con ellos. Qué me queda? Nada? Ha llegado el momento de acabar con todo esto? No lo creo. Siempre podré tirarme al capuccino de mis desayunos matinales. O entretenerme con curiosidades que encuentro en el camino diario hacia el curro, véase el clásico caza aparcado en el césped o el siempre bien aparcado coche mafioso con olor a gato muerto. Pero aunque cambie de ruta siempre acabo en ese lugar frío y tenebroso que algunos llaman el templo de la tecnología (frikis les llamaría más de uno, cantamañanas otros) donde hasta ahora me han pagado por revisar todos los diarios digitales revisando cualquier error tipográfico. Pero esto cambió hace poco, a lo que he pasado al agobio de querer programar sin saber por donde comenzar. Pa qué me meto? Pero dejemos volar la mente, pensemos en los viajes que se han hecho, los lugares curiosos que ya he visitado, con extraños turistas intentando realizar fotos imposibles, extraños asientos en extraños museos, horas y horas de tren, y… porque no? para ellas, os traigo la cara oculta del David. La verdad estaba ahí detrás ;)(continuará) …supongo